Para hacer cine todo se vale y el director Víctor Dreyre utilizó el audio de una posesión real en Alemania para que sus actores la escucharan en la oscuridad de un sótano.

Previo al rodaje de La posesión de Altair, el cineasta regiomontano pedía a Diana Bovio y Rolando Breme bajar a ese lugar únicamente iluminados con una vela.

“¡No aguanté más de 45 segundos!”, recuerda Diana. “En las noches sí me daba miedo eso, tardó dos años más o menos este romance con la oscuridad”.

La posesión de Altair, que estrena esta semana en más de 200 pantallas, se ubica en 1974 y cuenta la historia que se revela al juntar una serie de grabaciones de una pareja de recién casados, desaparecida.

Hecha en 8 milímetros, se requirió de una casa rentada por dos meses en la que elementos de producción fueron espantados y no necesariamente por un espectro.

“Algunos de la producción que no tenían dinero, se quedaban a dormir ahí y decían que veían cómo alguien se quedaba parado frente a ellos, viéndolos. Un día fue de quedarse a comprobar si era era cierto y resultó que era el dueño quien llegaba para ver qué pasaba”, cuenta divertido Dreyre.

La posesión de Altair sigue el esquema de falso found footage popularizado por La bruja de Blair y que en México han seguido proyectos como Archivo 253 y Perdidos, con buena respuesta en taquilla.

“El guión se escribió en tres meses, rodaje de dos semanas y luego tres años y medio de postproducción, porque al usar cámara 8 mm se acababa el rollo y en edición faltaba, así que se hicieron reshoots y hacían varias pruebas con gente para que fuera funcionando mejor cada vez”, relata Dreyre.

La película se ha presentado en festivales como Málaga y Sitges, así como Mórbido, cuyo director Pablo Guisa se sumó al proyecto.

Ariel Figueroa